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quinta-feira, 26 de outubro de 2017

EL "DÍA DE LOS MUERTOS" TAMBIÉN DEBE SER UN DÍA DE REVERENCIA A LA VIDA (JORGE HESSEN)

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes 
Madri/Espanha
La historiografía tradicional de la Iglesia romana registra que fue en el Monasterio benedictino de Cluny, en el sur de Francia, en el año 998, que el Abad Odilón promovía la celebración del 2 de noviembre, en memoria de los muertos, dentro de una perspectiva religiosa. Sólo en 1311, la "memoria de los fallecidos" fue sancionada oficialmente en Roma y, posteriormente, en 1915, Benedicto XV universalizó tal conmemoración, entre los católicos, expandiendo y consolidando la celebración hasta hoy.

Sin embargo, analicemos lo siguiente: la ostentación de las tumbas fúnebres determinada por familiares que desean honrar la "memoria del difunto" todavía compone el menú de la soberbia y orgullo de los parientes, que íntimamente propenden fundamentalmente a "honrarse" a sí mismos. No siempre es por el "finado" que hacen todas esas demostraciones, sino por soberbia, por aprecio a las convenciones mundanas y, a veces, para exhibición de sacrificio. Ahora bien, es inútil el adinerado aventurarse en eternizar su memoria por medio de aparatosos mausoleos.

La conmemorada visita a la tumba, en masa, no significa que venga a traer satisfacción al "muerto", porque sabemos que una oración hecha en su intención vale mucho más. Probablemente la visita a la tumba sea una manera de demostrar que se acuerda del Espíritu ausente, sin embargo es la oración que bendice el acto de recordar; poco importa el lugar si el recuerdo es determinado por el corazón.

Conocemos a varias personas que requieren, antes incluso de desencarnar, que sean sepultadas en tal o cual cementerio de la élite. Esta actitud, sin sombra de duda, demuestra deficiencia moral, ¿por qué cuál sería la importancia de un pedazo de tierra, más que otro, para el Espíritu moralizado?

El buen sentido cochicha que tiene sentido rememorar con alegría y no lastimar a los que ya partieron, porque ellos están plenamente vivos en otras dimensiones de la vida. Realmente la idea de difuntos es una mezcla de alegría y dolor, de presencia-ausencia, de fiesta y de nostalgia. Pero a los que permanecemos en la vida física, nos corresponde reflexionar y celebrar la existencia con amor y ternura, para después, en el más allá, quizá, no amargar en el remordimiento. A los que partieron enviemos nuestra oración, nuestra gratitud, nuestra nostalgia, nuestro cariño, nuestro amor!

Si somos capaces de orar, con quietud y confianza, modificando la nostalgia en esperanza, notaremos la presencia de los parientes y amigos desencarnados entre nosotros, envolviéndonos en sus sentimientos de gratitud, alegría y paz. Por este motivo y por muchas otras razones, transformemos el "día de los muertos" del tradicionalísimo 2 de noviembre en una experiencia de veneración a la vida, recordando afectuosamente a los que nos precedieron de regreso a la patria espiritual, y también festejando a los que con nosotros todavía peregrinan para los logros de la vida terrena.


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